Tenzin Gyatso, el Dalai Lama, una de las caras más representativas del budismo y de la comunidad tibetana, ha decidido abandonar su función como líder de su pueblo. La idea ahora es que se elija, de manera democrática, otra persona o grupo de personas que continúen con su labor y que consigan algo de libertad para el oprimido pueblo tibetano. Será bonito ver si los elegidos seguirán su filosofía de «no violencia«, o si en cambio cederán a la presión que parte del pueblo exige, como está pasando en otras partes de Oriente Próximo, para pedir una mayor autodeterminación para el Tíbet.
El Dalai Lama se ha convertido, en los últimos tiempos, en un referente para mí. Interesado en el budismo desde mi viaje a Nepal, por ahora a modo de curiosidad (quién sabe si se convertirá en algo más serio), las palabras del Dalai, una persona con las ideas muy claras acerca de la bondad, la compasión o la muerte, me han ayudado.
Su adiós puede ser un intento (espero que válido) de volver a llamar la atención sobre el problema del Tíbet. China es uno de los países más poderosos del mundo, y la influencia que ejerce para evitar que el Dalai se mueva libremente por el mundo es brutal. Me recuerda al poder que ejerce el pueblo judío para evitar que los palestinos tengan derechos y vivan en libertad. Así actúan los poderosos. Lo triste es el apoyo que reciben a nivel mundial, entre otros, del Gobierno español.
Seguiremos la evolución, y por mi parte, seguiré leyendo sobre budismo, un tema que (como me pasa con todas las religiones) me apasiona.