Estábamos en casa de mis tíos. A eso de las 16h o 17h, un avance informativo o un parón en el programa de deportes que daban por TV2… Fernando Martín había muerto en un accidente de coche. Era como de mentira, como una pesadilla de la que en cualquier momento ibas a despertar.
Para los que nos gustaba el basket, Fernando Martín era mucho. Casi siempre malhumorado o cabreado, era un ejemplo de fuerza, de lucha y de calidad. Su paso por los Portland Trail Blazers representaba un orgullo brutal para un país cuyo gran éxito fue, de la mano de Fernando entre otros, la medalla de plata de Los Angeles 1984, unos juegos que viví intensamente, levantándome a altas horas y disfrutando de partidos como la mítica semifinal contra Yugoslavia.
La muerte de Fernando Martín fue un mazazo, y a nivel personal me afectó muchísimo. Recuerdo perfectamente una anécdota estúpida. El 2 de diciembre (hace hoy 20 años) me había comprado un reloj nuevo. Y al dormir el día 3, no sé porqué, no pude dormirme… me pasaba cuando moría algún famoso. Al segundo día de no poder dormir, le eché la culpa al reloj… me lo quité, y desde entonces, nunca más he vuelto a llevar reloj, le cogí manía.
Que cosas.