En unas horas marcho a Madrid. Disfrazado de viaje para reuniones y desconexión para ponerme al día, está una sonorización que no será una sonorización cualquiera.
Se acaba el viaje con un grupo que ha marcado buena parte de esta última década. En lo profesional y por supuesto en lo personal. Sigo teniendo la suerte de trabajar con grupos que, en lo personal, me llenan y me dejan huella.
Creo que fue allá por los inicios de la pandemia cuándo comencé a atisbar el final del camino. Uno sabe leer entre líneas y entre líneas se dijeron cosas que claramente anunciaban que lo nuestro acababa. Pasó el tiempo y sin muchos aspavientos ni desavenencias, simplemente se acabó, igual que podría haber seguido durante años. Hay historias acabadas que siguen vivas y también está bien.
Creo que he ocultado esta pena durante meses y que este proceso quedó en alguna parte de mi mente en este invierno difícil del 22 al 23. Ahí sigue, supongo. La pena es pena, la cante quién la cante. Uno siempre cree que las nuevas penas serán diferentes y que la experiencia sirve de mucho más de lo que sirve realmente.
A ver que tal mañana.