Lo de que el tiempo pasa volando debe ser un dicho popular, porque realmente pasa mucho más rápido. En un suspiro han pasado 5 años desde el fatídico 20 de septiembre de 2016.
Es bastante curioso como tengo el recuerdo casi nítido de todo. La llamada de Núria, bajar y coger el taxi, llamar al hospital para que no supieran decirme nada, llegar justo cuándo llegaba mi madre, la señora que nos acompañó, entrar en aquella habitación con 2 doctores, y la fatal noticia. Después los recuerdos se emborronan un poco pero podría casi hacer una cronología de aquellas horas infernales en las que mi padre decía adiós de manera oficial (se certificó su muerte la mañana del 21 de septiembre), de manera real mi padre murió en el acto, cayendo de la bici y haciéndose trizas buena parte del cerebro.
Durante estos 5 años, creo que no ha habido un sólo día que no haya pensado en él. Su foto me acompaña aquí en mi habitación, y cada cierto tiempo saco fuerzas para ver los pocos videos que guardo en los que sale. No he tenido fuerzas, tiempo ni ganas de ponerme a rebuscar entre las cintas de Hi8 que guardo de hace más de 20 años. Supongo que algún día tocará enfrentarse a ello.
Hoy, no sé si como homenaje o por pura necesidad, fuimos a Piera con mi madre y estuvimos recogiendo parte de lo sembrado antes de verano. Hemos vuelto con pimientos, berenjenas, tomates, pepinos, uvas … Seguimos sacando vida de ese lugar que no parece tener sentido sin él. 5 años después, para mí el lugar sigue vivo y eso mantiene vivo su recuerdo. No cura la ausencia, pero quizá la alivia.
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