Más de 20 años en casa y nunca habíamos acometido tantos cambios. Un poco a nuestra manera, está llegando todo de golpe, como si hubiera surgido esa necesidad de cambiarlo todo porque lo que había ya no nos llenaba.
El primer paso, cuándo el confinamiento decía adiós, fue cambiar las ventanas. Era una deuda histórica con el piso, nunca cerraron bien ni aislaron bien del frío. Fue una pasta, pero qué cambio! Ahora cierras y prácticamente no se oye la calle. También es cierto que en la calle antes había bares y ahora hay silencio, impuesto, por el toque de queda.
Después vino el suelo, que era algo que también hacía falta. Era un suelo de 20 años atrás, de los 2000. Yo siempre he pensado que algo de hace 20 años es de los 80, pero ahora ya no … El nuevo suelo trajo un cambio de color al piso, de la luz y la claridad del parquet rollo roble, a la oscuridad y sobriedad del color de ahora. No puedo decir cuál es, porque yo lo veo gris y sé que no lo es. Pero me flipa, sobretodo cuándo brilla al sol.
Por último, el cambio de suelo trajo un cambio del color de las puertas. Vicente, pintor de confianza, se ha currado el que considero cambio definitivo. Las puertas ahora son blancas, las paredes también y todo ha cogido un tono actual que me flipa.
Y nada, que parece que tenemos casa nueva. Renovarse o morir.
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