La semana antes del confinamiento no pude ir a Piera. Faltaba poco, muy poco para que el cerezo se pusiera en flor, ese espectáculo de la naturaleza que sucede una vez al año y que me remueve por dentro como pocas cosas hacen.
Antes de que nos obligasen a estar en casa tuve dudes de si ir o no. Pero no fui.
Este año, el cerezo floreció y no pude estar allí para verlo. Ojalá a finales de mayo seamos algo más libres y poder recoger la cosecha. También espero que el pulgón respete a mi árbol favorito. El año pasado, aunque a 28 de marzo lucía tan bonito como en la foto, pasó una de sus peores plagas y nuestra cosecha se echó a perder.
Ay.
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