Me he sentado a escribir bajo el cerezo que llora y he decidido hacerle compañía. Ahora nuestras lágrimas comparten no sólo persona, sino también la misma tierra.
Aquí apoyado, oculto, resguardado, protegido, con la mariposa revoloteando, mi dolor debería empezar a sanar. Nadie puede imaginar lo que te echo de menos, papa.
Esta recogida va por ti, al igual que todas las que hiciste por mí. Y sí, ya es el momento de «El cerezo que lloraba» y «Las cerezas mágicas». Por fin.
No Comment