Estocolmo es una maravilla. Hemos respirado oxígeno puro hasta decir basta, y nos lo hemos pasado en grande sin hacer nada. Todo un homenaje el nuestro a la cotidianeidad, a la gran verdad que es aquella que dice que teniéndose el uno al otro, el resto de cosas dan igual.
A pesar del frío constante, hemos visitado todo lo que queríamos visitar y ante todo, hemos paseado por parajes que nos han llenado el alma de vida.
A la llegada, Núria decía con acierto que el mundo es la prueba de que en España todo funciona al revés. Es exagerado, pero en muchos casos cierto. Retrasos en los trenes y algo de acojone en el metro fueron los protagonistas de la vuelta. Uno no puede evitar pensar que excepto en la comida y el sol, la calidad de vida de un país como Suecia es infinitamente superior. Han sido muchas muchas cosas de las que deberíamos aprender. Pero nos toca seguir aquí, y mientras tanto, lo mejor será seguir sonriendo y trabajar para que, algún día, lleguemos a ser un poquito como ellos.
2 Comments
a la comida llegarías a acostumbrarte supongo, pero la falta de sol no sé… yo en estocolmo no he estado, pero he ido tres veces a goteborg, y debo decir que para los que las prefieran rubias y con ojos azules, suecia es visita obligada… ;p
El problema es que aquí, por mucho que digan que si, nunca seremos europeos, este pais es otra cosa y solo hay que viajar un poco para darse cuenta…
xxx