El sábado murió el padre de Dani. Ayer estuvimos en el velatorio, y además de estar triste por él, sentí de nuevo la fría impotencia de pensar que, tarde o temprano, todos pasaremos por allí para lo mismo.
La semana pasada comí con mis padres, por separado, y me dí cuenta de lo importantes que son para mí, de lo mucho que los quiero y de lo mucho que me quieren ellos a mí. Aunque nunca se lo digo, creo que lo saben. Deberían saberlo como yo lo sé. Cada uno tenemos nuestra forma de demostrarlo, pero es así.
Por eso ayer me sentí triste por mi buen amigo Dani, pero egoistamente, me sentí triste de pensar que algún día tocará pasar por lo mismo. Jodida ley de vida…
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