Ayer, entre algunas copas (pocas) y unos buenos amigos (muchos), salió un tema de conversación que rozaba lo absurdo: el placer que proporciona rascarse los oidos con los palillos para los oidos.
Fue curioso: en cada pareja, uno disfrutaba con los palillos, y el otro no. En mi caso, ya lo saben, soy un fan absoluto, tanto que un regalo de navidad de Núria hace años fue ese: un palillo gigante.
Nos hicimos una foto Luis, Mónica y yo como recuerdo del momento. Y para celebrarlo, unas rascaditas y para casa…
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