– Cementerio de Pere Lachaise. Vamos a ver la tumba de Jim Morrison, porque Cristina es fan. Llegamos muy pronto, no hay nadie. La tumba está vallada, para que nadie salte, pero allí no hay seguridad. Cristina salta y está a punto de matarse (un gran sitio para morir), y deposita su regalo. 1 hora después, volvemos a pasar por allí, ya hay seguridad y lo máximo que puede hacer la gente es foto desde 2 metros atrás. Moló.
– Torre Eiffel. Decidimos subir andando (para algo somos jóvenes) y en la primera planta descubrimos que han instalado una pista de patinaje sobre hielo. Nos calzamos las botas-cuchillas y a patinar. Lo único malo es que ninguno sabemos. Momentos míticos con el vigilante riéndose de mí de manera descarada, y de la televisión (que está allí para grabar la experiencia) filmando como Cristina se ata las botas. Al final, nos soltamos y hacemos nuestro pinitos. Pero cuando oimos un estruendo espantoso nos cagamos. Ha sido un turista madurito que se ha pegado la ostia del año. La Torre Eiffel tiembla. Nos entra el miedo y colgamos las botas. Pero que bien lo pasamos.
– Catacumbas de Denfert-Rochereau. Brutales. 1,6km de camino, y está llena, pero llena, de huesos de muertos de hace 2 siglos. Tibias y cráneos por todos lados. Es absolutamente macabro. Se respira a muerte, pero es una experiencia única.
– Plaza del Trocadero. Salimos a las 9 de la mañana del metro, sobados, y al volver la esquina, aparece la Torre Eiffel inmensa en un día soleado. La piel de gallina.
– Viajes en el Metro. Divertidísimos. En algunos, ibamos literalmente aplastados. Hacemos humor en castellano, y vemos a algunos viajantes morirse de la risa con nosotros.
Seguro que iré recordando más. Iré actualizando.
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