De todos es sabido que mi relación con los andaluces, así en general, no ha sido muy buena en lo que a música se refiere. Allí he tenido algunos de los pollos más importantes de mi vida, me han ‘robado’ dinero y la mayoría de veces los conciertos no acabaron bien, tanto de gente como de trato con los promotores.
Con esa sensación me fui de viaje con los Nueva Vulcano, en mi periplo como técnico de un grupo que, prácticamente, no necesita un técnico. Tienen las cosas muy claras y en algunos casos, algunos errores asumidos e interiorizados, algo que ni puedo intentar ni merecería la pena cambiar. Sólo queda disfrutar, que diría la canción.
La realidad, como siempre, superó la ficción. Al llegar a la FunClub de Sevilla, 3 personas nos esperaban para darnos un sermón sobre los problemas de sonido de la sala. Yo ya sabía, vía Diego (mi jefe) de que en el Sur el tema del sonido es muy duro, y de que la sala tenía un limitador. Aun así, y a pesar de que yo ya conocía como acabaría la historia, montamos y probamos. Fue una prueba sin un sólo micrófono conectado, sólo el de la voz. Y el marcador de Dbs se alzó hasta los 98/99, más o menos. Los de la sala pedían menos de 92.
Allí, surgieron los Nueva Vulcano de los que me siento orgulloso de trabajar. Su sonido es su sonido, demasiado bajitos estaban tocando, y decidieron cancelar el bolo. Hicieron 4 llamadas (que para eso no les faltan amigos), y arreglamos un concierto en «El holandés errante», unos locales de ensayo en las afueras de Sevilla. Allí nos encontramos con un equipo decente, una mesa que trajeron los amigos de Cerebral, y bastante público (aunque seguro que no tanto como el que hubiera ido a la FunClub). Sonó muy bien, y tocaron muy bien. El cambio fue para mejor a todos los niveles.
Dormimos en el centro de Sevilla, y como había hecho bondad, al día siguiente me levanté a las 9 para visitar Sevilla. Tenía buen recuerdo de la ciudad, y como llovía y estaba vacía, la disfruté como nunca. Incluso estuve en una misa, para autoconfirmar mis teorías sobre las pocas diferencias entre lo que llamamos ‘sectas’ y lo que tenemos aceptado como cristianismo. Desayuné en un bar típico, me perdí durante horas y volví al hotel, para comer con los chicos y salir para Granada.
En Granada tocábamos en el Planta Baja, otro de los locales con nombre de Andalucía. Tras la experiencia del FunClub, ya no sabía que me iba a encontrar. Y lo primero que nos encontramos fue con la técnica de sonido más atractiva del mundo, Elena. La sala no sonaba muy allá, le faltaban subgraves, pero aun así la prueba no fue mal. Luego, con la gente, las cosas mejorarían mucho. Cenamos con Karlos, un tipo muy agradable y correcto, y conocí a Javi y a su hija, ambos adorables.
El concierto fue el mejor de la gira en cuanto a ejecución y sonido. J, de los Planetas, andaba por allí y salió encantado. Antes, los franceses Papier Tigre habían hecho un gran concierto con un gran sonido de Elena. Salimos bastante contentos, y los Nueva alargaron la noche un ratillo. Yo me fui a dormir pronto, porque me había tomado 2 cubatas y aun quedaban 2 días largos. Hice bien.
E hice bien porque Málaga, al día siguiente, representó el momento culminante de la gira en muchas cosas. La primera, el solete al llegar a la plaza Cervantes, llena de gente. Luego las tapas por el centro. Y la gente del CanelaCore, que nos llevó a cenar a un lugar maravilloso. Y el bar a reventar, y la gente cantando, subiéndose al escenario, volando… A pesar de las carencias de sonido y de una voz algo cascada por el paso de los días, el concierto fue inolvidable.
Yo pasé el tiempo en la parte de atrás, compartiendo horas con Luis, mi amigo temporal (de por vida) de Fecsa, que vino acompañado de Javi y de 2 chicas muy majas. Hablamos mucho y reímos más. Allí, el carácter de la zona sur de Andalucía comenzó a ganarme la partida. En el bar, además, se ponía muy buena música y se mezclaba de manera extraña. Pasaron de Camarón a Q and not U en sólo 2 temas! Maravilloso. Dormimos en casa de algún familiar Canela, y fue genial. Alvaro, Sergio, Beto… enormes. Lástima que esas noches acaben tan rápido.
Con resaca general nos fuimos a Jerez. Me habían avisado, pero lo que allí nos encontramos superó mis expectativas. Chemita, el promotor, es un tipo excepcional. Me hacía mucha gracia. Y luego llegó Aida, la chica en cuya casa dormiríamos. Con ellos comimos en Le Freak, os lo recomiendo si vais allí, con una ensalada de naranjas y solomillo a la mostaza de morirse.
En la comida, la energía de Chema y Aida me llevó a otro nivel. Los veía reír y me sentía feliz. Supongo que algo tuvo que ver la belleza sobrenatural de Aida y el vino, que nunca viene mal. Pero fue una comida inolvidable y muy grunge.
El concierto, por la tarde, no estuvo mal. Cerca de 100 personas aunque un poco frías. Influyó, supongo, la resaca general, el recuerdo del público loco de Málaga, y que el sonido no era el mejor posible. Alguien cometió el error de dejar un ampli de 300w a Wences.
Luego fuimos a cenar y a tomar algo. Allí, alguna charla interesante (en eso Dani Llamas se llevó la palma) y cuándo nos fuimos a dormir, la sensación de que lo que realmente quería no era marcharme, sino quedarme allí las horas que hicieran falta para conocer de verdad a toda la gente de allí. Pero no pudo ser.
Nos levantamos a las 5,30h, los jerezanos volvían de fiesta, nos compararon con los chinos y nos echamos las últimas risas. El viaje de vuelta duró 13 horas pero se me hizo cortito. Brutal lo bien que conduce Albert, sorprendente incluso. Ya en casa, la re-adaptación a la vida real para sólo 3 días, pues el jueves volvemos a la carretera, a tierras gallegas. Hay ganas.