Hace unos días escribía sobre los linchamientos gratuitos vía Twitter que se han vivido en nuestro país. Hoy le toca el turno al bueno de Andreu Buenafuente.
El origen es esta entrevista:
Había expectación por saber como afrontaría Buenafuente una entrevista a un personaje que está en boca de toda la red, la ministra Ángeles González-Sinde. Son 18 minutos, poco tiempo (o nada) si se quiere tratar cualquier tema en profundidad, y menos uno tan complejo como es el tema de las descargas. Harían falta muchos programas y mucha gente argumentando para conocer a fondo este tema. Pero algunos creen que este tema es resoluble en un programa de humor y entretenimiento, cuándo no es así.
Buenafuente nunca me ha parecido un gran entrevistador. Cualquier seguidor del programa sabe que es así, si bien es un cómico excepcional, flojea en algunas entrevistas, especialmente en las importantes. Por eso, prefiere usar el humor y los chistes que abordar temas peliaguados. Es su decisión, y no sólo me parece respetable, sino que es algo que hace que su programa funcione. Si bien lo he visto mojarse en algunas cosas (recuerdo cuándo hizo suyas unas palabras del gran Pepe Rubianes acerca de su visión sobre España), no es un programa que habitualmente se meta en problemas serios. No es su función. Me gustaría que hubiera un programa del estilo más sátiro, mordaz y directo (como hacía Letterman en sus buenos tiempos, que hacía llorar a algunas/os entrevistados), pero Buenafuente eligió su camino y le va bastante bien.
La entrevista con la ministra podría haber sido más profunda, más ácida, más incisiva, sin duda. Pero Buenafuente, simplemente, hizo lo que le dio la gana. ¿Tenía la obligación de hacer las preguntas que la gente de la calle quería? No. Él no tiene ninguna obligación, es su programa, lo dirige y lo presenta y puede hacer con él lo que quiera. Evidentemente, cualquier enterado (que en este país hay miles) lo hubiera hecho mejor, seguro. En años pretéritos, hubiéramos ganado muchos mundiales con muchos entrenadores que había por el país… Buenafuente, por suerte, es libre de hacer la entrevista que quiera, y es lo que hizo.
Lo defiendo, en parte, porque me hiere bastante que algunos utilicen el extremismo, la exageración, y en algunos casos el insulto, para imponer sus ideas a los demás. Tú puedes cabrearte porque alguien no pregunta algo, porque desaprovecha una oportunidad de hacer periodismo (BNF es periodista? o cómico? ambas?), o porque la ministra parece que vaya fumada y a lo suyo… pero de ahí a imponer tus ideas… va un trecho. En la red, además de gente interesante con opiniones interesantes y formas de exponer las cosas interesantes, hay mucho personajillo que habla de oídas y no tiene ni idea de cómo está la película. Algunos argumentos de algunos defensores del todo gratis y de la libertad y esas palabras tan bonitas con las que se llenan la boca (curiosamente es gente que no sabe lo que es la falta de libertad, que le pregunten a nuestros abuelos…), son simplemente de risa. Y lo peor es cuándo, en pleno debate (como estamos ahora), en un momento tan importante para la evolución de la red, de los contenidos, etc… torpedean cualquier diálogo con insultos y con ideas ridículas. Justo ahora que es el momento de hablar, dialogar, comunicar…
Lo he vivido en mi trabajo. Gente que me dice: «es que los músicos viven del directo», «es que los sellos se hacen ricos a costa de los artistas», … Jejeje. No tenéis ni idea. Como he dicho antes, el debate es tan grande, tan amplio, y tiene tantas aristas, que culpar a Buenafuente por no solucionarlo en 18 minutos, es un error grave. Lo que todo el mundo, en un bando, en otro, o los que estamos en medio, deberían demandar, son programas de televisión dónde se debatiera en profundidad sobre este tema y otros temas. Que la ministra (y no sólo ella, sino todos los demás) tuviera que dar la cara más a menudo, no simplemente durante 18 minutos en un programa de humor. ¿Se imaginan un programa de 1 hora, cara a cara, entre la ministra y David Bravo? Eso sí que arreglaría problemas, porque la sociedad podría conocer de primera mano todas las caras del problema y decidir en consecuencia. Tumbaríamos ministros cada dos por tres, lo cuál sería un bonito signo de salud democrática.
Pero a día de hoy, es difícil decidir y tomar alguna postura en un tema tan delicado. El extremismo de ambos bandos me da el mismo miedo, lo reconozco. Temo por igual a Alejandro Sanz que al chaval que insulta a Buenafuente porque no le ha preguntado si la ley Sinde cerrará webs sin motivo alguno. Me sitúo en medio, en el punto dónde sé que hay mucha gente trabajando, que es por el diálogo y por la resolución de este ‘problema’ de la mejor manera para todos.
Que nadie se olvide que nunca un problema se solucionó con la imposición, sino con el diálogo y el escuchar a todas las partes.