O respeto, no lo sé. Siento mucho respeto por las enfermedades mentales, siempre he visto muchos puntos débiles en mi mente y lo que me está pasando estos días dispara mi ansiedad y miedo.
El miedo es, evidentemente, a no saber controlar hacia dónde va mi cabeza. Estos días, con la obsesión por los recuerdos inconcretos, por bucear en esos momentos que están distorsionados, con revivir ciertas cosas que uno no puede revivir, me estoy dando cuenta de que mi mente es mi bien más preciado y debo cuidarlo como nunca. Y es curioso que una de las formas de cuidarla sea precisamente no hacerle caso. Llenar mis pensamientos con cosas de provecho, con actividades que me produzcan cierto placer y alegría, con cosas que generen ilusión y proyectos de futuro, y que esa necesidad urgente que ha llegado de mirar atrás, vaya desapareciendo poco a poco y sea capaz de volver al hoy, al presente, y ser el yo de siempre.
He empezado varios archivos en mi móvil dónde voy apuntando recuerdos que me llegan, pero sin intentar buscar más (aunque a ratos sea imposible de controlar). Cuándo llegan los apunto y así no los olvido. Los he dividido incluso por lugares, ya que son los lugares uno de los pilares de mi obsesión: las casas de mis abuelas, tías, etc…
El tema es no buscar más. Incluso mentalmente he añadido una pared tapiada con ladrillos para hacerme una imagen que me saque de esos pensamientos. No sé si lo conseguiré.
Ayer por la noche conseguí dormir del tirón y aunque esta tarde he tenido una pequeña recaída, sigo intentando no volver a esa espiral sin salida. Joder es que explicado parece incluso gracioso o fácil. Pero no lo es.
Seguimos.
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